Creo que no he aterrizado al 100% la idea que quiero explicar en este post. Pero bueno, aquí voy. Tal vez en el camino logre concretarla.

Todo parte del hecho de que Larissa Riquelme aparece en la portada de la Revista H. Acá están las fotos, por si quieren estar de cerdos: http://bit.ly/LarissaGrrrr

Como ya se habrán dado cuenta, la “Reina del Mundial” tiene unos senos prodigiosos (su cirujano hizo un muy buen trabajo). Es la razón por la que llamó la atención de millones de personas.

Y sin embargo… cuando me hablan de Larissa Riquelme, yo sólo puedo pensar en un HORRIBLE lunar que tiene en la pierna izquierda. En serio. Por más que trato de concentrarme en la sabrosura que acompaña el resto del cuadro, de inmediato me nubla la mente esa enorme mancha voraz.

Lunar 

De antemano quiero pedirles una disculpa si leen este post y a la larga les ocurre lo mismo que a mí. Yo culpo a @choktm, que fue el que me comentó la existencia de esa imperfección que yo no había descubierto.

Así funciona la mente humana, ¿no? Nos obsesionamos con un detalle, un aroma, una frase que escuchamos cuando éramos niños, o incluso algo que nunca ocurrió, pero que nosotros elucubramos para justificar una pérdida, un abandono.

En algún momento nos llega una idea que nos determina, como un virus que se propaga por nuestra mente, un cáncer… tal como lo menciona el personaje de Leonardo DiCaprio en la película de Inception. Una muy buena cinta de ciencia ficción, por cierto.

De verdad sería genial poder cambiar algunas ideas que tenemos sobre la vida, o sobre nosotros mismos, y que muchas veces nos impiden crecer.

No sé si he logrado explicarme. Digamos que en ocasiones tienes a tu alrededor muchas cosas valiosas. Y no las ves, porque estás obsesionado con una carencia. Con un beso que nunca te dio María Joaquina, la más guapa del salón. Siendo que la dulce, aunque poco agraciada Esther, siempre quiso contigo, y tú nunca le hiciste caso.

 

TOT

Una vez, un amigo que practica el budismo me mostró un ejercicio que siempre recordaré.

Escribió en una hoja cinco operaciones matemáticas. Luego me preguntó: “¿qué ves?”

Las revisé y le dije lo primero que me vino a la mente: “está mal el resultado de una de ellas”.

Respondió: “¿Ves? Eso es lo que pasa, ¿por qué no me dijiste primero que cuatro operaciones están bien? Estamos preparados para distinguir nuestros errores, no para reconocer nuestros aciertos”.

Creo que tenía razón. Porque yo sigo pensando en el lunar de Larissa Riquelme. Y no en su cuerpo tentador.

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