Los dedos sobre el teclado. Fotos. Letras. Ventanas. Click. ¿Por qué está lento el Photo-Shop? Click. Fluyen los verbos: Dice. Propone. Pide. Nombres. Lugares. México. El mundo. Trabajas con letras. Con imágenes. Tienes una caja. Guardas sucesos. Emociones. Impulsos que adquieren sentido en un monitor. Un portal. Noticias. Click-click-click. Buscas fotos de Megan Fox. De Beatriz Paredes. ¿No están igual de guapas? Notimex. AP. EFE. Eso haces. A diario historias. Rumores. Videos. Chismes. Murió Salinger. ¿Agarraron al Modelo? ¿Sí? ¿No? ¿Quién tiene los detalles? Lo confirman. Lo niegan. Jacobo. Beltrán del Río. Twitter. Mario Campos. El desmentido es la nota. Cabañas está grave. Se comunica con su esposa. Click. ¿Por qué no armar una galería? YoSoyElla te da #FF por ser su stalker oficial. ¿Ya pensaste en qué vas a escribir el próximo lunes? Vértigo. Emoción. Cansancio. Click. Detienen al papá de Lindsay Lohan. Coaliciones entre el PAN y el PRD. Un diputado dice: “negros insaciables”, los damnificados de Haití. Pones la cabeza. Escribes el resumen. Eliz te habla en el Messenger. El balazo. Click. Eliz quiere ser practicante. Dale al pie de foto. ¿Sigues palpando la información? Hastío. Un día. Otro. Viernes. Click-click-click. Cierras las ventanas. Buscas algo de beber. Llegas a Bellas Artes. El lugar lleno de manifestantes. El SME. Campesinos. Estudiantes. Ellos son la nota 4. En carne y hueso. Tomas fotos. Tuiteas. Llega tu amiga. No tienes ID. No puedes beber. Duh. Caminas. Miras las medias rojas de una chica guapa. Vas al Starbucks. Katatonic Bitch te manda un DM. Tomas el Metro. Llegas temprano a casa. Te vas a la cama. Ves una película. Te quedas dormido. Despiertas. Son las 3 AM. Tuiteas un poco más.

Hay días, tardes, noches, en los que siento que no doy más. Que se me caen la cara, y los huesos. Pierdo la fe. Anticipo tragedias. Escucho la taza romperse contra el piso, cuando ni siquiera han servido el café. Me gana el pesimismo. Temo traer el cierre abajo. Poner mal los acentos. Doy por sentado que será un mal día. Que me perderé el reporte del clima de la chica de Milenio. Que nadie leerá mis tweets. Me hago pequeño, ínfimo.

Así, hecho una sombra, salgo a la calle. Voy a trabajar. Discuto con mis padres. Respondo llamadas. "¿Le puedo pasar un boletín"? Sí, le doy el correo. Pero no me importa. Mi entorno deja de ser tangible. Todo se concentra en escapar. En terminar el día. Pero son las 2 de la tarde. Vuelve a sonar el teléfono. La chica de cabello rizado me dice Buenas Tardes. Sonríe. Las palmas de mis manos no dejan de sudar.

Hasta que ocurre algo. Llega un estímulo. Una canción-tweet-video. Un rostro. La silueta de una chica en la Glorieta de Insurgentes. Una idea. La portada de una revista. Algo. Un detalle inspirador. Entonces vuelve el equilibrio. Mi entorno vuelve a ser algo concreto. Escribo un post. Olvido la razón por la que estaba intranquilo. Me lleno de optimismo. Incluso me desbordo.

Sí, me siento Frank Sinatra. Bruce Lee. Sé que puedo hacerlo todo. Colarme en el Metro San Lázaro a las 8 AM. Manejar un fórmula 1. Tocarle el trasero a "esa chica" (como si fuera un enorme pedazo de jamón). Bailar, jugar ajedrez. Todo. Basta con querer hacerlo. Me lleno de soberbia. Al menos por un rato. Hasta que vuelvo a sentir que ya no puedo más, que se me caen la cara, y los huesos.

Soy un yoyo que sube y baja. Hasta que la cuerda termine por ceder.




(Gracias a Katatonic Bitch, por ayudarme a editar este post)


Mensajes como: “voy por miguel angel de quevedo hacia el centro, hay alcoholimetro”, “en vasco de quiroga frente a la ibero hay tres patrullas, ¡cuidado!” y “alcoholimetro en insurgentes frente al wtc en sentido norte, llegando a xola...”, circularon la madrugada del domingo pasado a través de Twitter, para avisar a los conductores sobre la ubicación del alcoholímetro en la ciudad de México.


Desde un inicio, la red social con mensajes de hasta 140 caracteres (ese invento del demonio que nos roba la vida) ha demostrado su capacidad de convocatoria ante varios hechos, entre ellos el reciente sismo en Haití, pues hasta la fecha sigue siendo un mecanismo que impulsa la ayuda a favor del país caribeño.

Sin embargo, también ha tenido usos polémicos, como el que comenzaron a darle algunos usuarios (especialmente en las fiestas de fin de año), para advertir sobre los puntos de revisión del programa Conduce Sin Alcohol.

Ante esta circunstancia, surgieron voces como la del secretario de la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, el perredista Nazario Sánchez, quien el viernes 8 de enero anticipó que presentaría una iniciativa de ley para regular las redes sociales y, con ello, evitar que sirvan para eludir operativos policiacos.

La noticia provocó el rechazo de varios twitteros, quienes consideraron que sólo era una coartada para tratar de limitar la libertad de expresión dentro de esta red social.

Una reacción muy similar se dio con las declaraciones del director de Aplicación de Programas Preventivos Institucionales de la SSPDF, Othón Sánchez, quien el sábado pasado refirió que se analiza la normatividad vigente, a fin de aplicar sanciones a las personas que informen, por medio de Twitter, la ubicación del alcoholímetro.

Casi a la par de que se difundió su advertencia, los twitteros expresaron su sentir ante la posibilidad de ser sancionados; algunos, lo tomaron con sorna, muchos dejaron claro su rechazo, y otros se manifestaron a favor de esta alternativa.

“No sé qué tan viable sea, pero sí estoy de acuerdo en que se sancione. Los ebrios al volante son lo peor”, escribió en un tweet @Eliechida.

“Dar ubicación de #alcoholimetro no es ético, perseguir tuiteros es fascismo. Mejor regulen venta a menores...”, twitteó @PateandoPiedras.

Algunos fueron más duros:

“El que twittea dónde está el #alcoholimetro merece morir desnucado en un barranco. Sábelo”, manifestó con humor negro @uberblogged.

“Es una tontería (sancionar a twitteros). Lejanamente realizable y sin fundamento. No fomento evadir alcoholimetro pero esto es estupidez”, opinó @lion105.

En tanto, la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal informó que el fin de semana anterior, 546 conductores fueron sancionados por dar positivo en la prueba del alcoholímetro, luego de que fueran practicadas mil 879 pruebas de revisión.

Veremos qué ocurre en los próximos días. Por lo pronto, opinen. ¿Va?

Felicidades, bro. Te quiero.

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