Acabo de regresar de Texcoco, donde me reuní con un empresario que es dueño de un portal de noticias en internet y que anda buscando un reportero que cubra la Feria del Caballo.

Nos quedamos de ver en un Vips, para tomar un café y platicar sobre su oferta laboral y mis pretensiones económicas. Pero a la mera hora ya ni hablamos de eso. Empezamos a hablar de política. Y eso nunca lleva a nada bueno.

Entre otras cosas, debatimos temas como la calidad del periodismo mexicano. Según él, Julio Scherer fue casi casi un pendejo que no hizo nada por el país, mientras que Jacobo Zabludovsky fue un buen periodista, casi casi un prócer. Además, Proceso es una revista que es manejada desde la Secretaría de Gobernación, por lo que todos sus artículos son una farsa.

Le di mis ideas al respecto, y él se empezó a irritar. Luego siguió refiriendo cosas como que la FES Aragón es una basura, y que él conocía a Carlos Slim, y que trabajó en el Senado, y que los comunicólogos y los jóvenes somos unos ignorantes, menos los que salen de la Ibero.

Pero el momento en que más se encabronó, y cuando de plano me dijo que no le interesaba contratarme, fue cuando le mencioné que la educación en México nunca iba a mejorar con una líder sindical como Elba Esther Gordillo, que entre otras cosas le regalaba hummers a sus agremiados.

Él me respondió que ese hecho no tenía ninguna trascendencia y que no le saliera con “ocurrencias” de ese tipo, porque así demostraba mi falta de conocimiento sobre la historia de México, mi escasa capacidad de síntesis, mi pendejez, y él no iba a perder el tiempo explicándome cómo funcionan las cosas.

-¿Por qué?, le cuestioné.

- Pues porque gracias a sindicatos como ese, vivimos en paz.

- ¿En paz? Yo no vivo en paz sabiendo que hay tanto desempleo, e inseguridad, y falta de educación de calidad, en gran parte gracias a personajes como Elba Esther.

En ese momento fue cuando se hartó, me pidió disculpas por haberme hecho perder el tiempo y me hizo saber que no le interesaba contar con mis servicios.

Le dije que no había bronca, pero no dejé de insistirle en que el tema de las hummers era una muestra de la corrupción que hay en México, que no era sólo una “ocurrencia” de mi parte, y que de hecho la gente debería de protestar por abusos como ese.

Entonces escupió la frase del día:

- Si no quieres corrupción, vete al limbo. Aquí así son las cosas.

Me levanté, le di las gracias, me dio un abrazo de Judas y todavía me aconsejó:

- No hables así, porque de ese modo nadie te va a contratar.

Ya no le respondí nada. Pero camino a la puerta me fui pensando: ¿Que no hable cómo? Seguro quería que le dijera: “sí, señor, tiene razón, huy sí, claro, Jacobo es la riata en patines, sí, aquí el que no transa no avanza, bien por Elba, ajá, seguro”.

Pero no lo hice. ¿Creen que la regué? Por lo pronto nomás fui hasta Texcoco para hacer corajes. Chale.

 

Hoy fui a las instalaciones de otro periódico de circulación nacional. Uno que está cerca del metro Zapata. Ahí, un directivo me pidió la dirección de mi blog. Yo no quería dársela, porque qué iba a pensar de mí y de esta casita tan vulgar, tan repleta de nimiedades. Pero él insistió. Así que no me quedó de otra. Lo abrió para checar qué tal estaba. Leyó por encimita algunos postos y recuerdo que me dijo: “está interesante”. Luego se río con algunos párrafos. Me hizo notar que lo actualizaba constantemente, lo cual estaba chido. Finalmente lo cerró y yo dejé de sudar frío.

Como que últimamente he tenido muchas aventuras tipo Chip y Dale. ¿Qué ocurrirá mañana? ¿Descubriré que Agustín Carstens es mi tío? ¿Me atacarán unas marmotas asesinas? Por lo pronto tengo programado viajar a Texcoco. Ya les platicaré.

La foto me la crestomatié de su blog


Estaba yo sentado a unos cuantos metros de la Esquina de la Información, a las vivas por si un editor salía a la calle gritando que necesitaba urgentemente un reportero (je), cuando pasó caminando frente a mí la mismísima Plaquets.

Fue justo a las 15:55 horas cuando la vi aproximarse hacia donde yo me encontraba, en la esquina de Bucareli con Juárez, frente a la Torre del Caballito (que al parecer está siendo remozada).

Y no mamar, qué guapa es.

Llevaba zapatos rojos, medias opacas, faldita cuadriculada y una bolsa multicolor colgándole del hombro derecho. Es una chava que difícilmente puede pasar desapercibida. Por su personalidad, por su greña, por lo que quieran.

Creo que aunque no lo conociera por su blog, igual la hubiera observado con detenimiento (tal como lo hicieron un oficinista y un policía que estaban por ahí, quienes hasta alargaron el pescuezo con tal de verle las piern(ot)as al momento en que ella se alejaba del lugar).

Supongo que Plaqueta sintió que no le quité los ojos de encima, aunque sea por esos breves segundos, porque alcancé a darme cuenta de que me echó la típica mirada de "¿qué me ves, cabrón?".

Para colmo yo también iba vestido de oficinista come tortas de jamón. Por eso y porque era evidente que ella tenía prisa, no la molesté para decirle que soy fans de su blog, ni para pedirle un mechón de su cabello o que me autografiara la barriga.

Ya tendré oportunidad de hacerlo. Hay que tener paciencia. Por lo pronto siempre queda el gusto de leer su blog. Todo un clásico de la Interné.

Hace un rato le dije algo a Tazy que, ya visto a la distancia, fue estúpido y políticamente incorrecto.

Ella me contó que una de sus amigas le había llamado para pedirle información sobre cierta organización que ayuda a las mujeres de Aguascalientes.

La Tazyfus me dijo que su amiga estaba llorando.

Entonces, con total inconsciencia, le dije que hablara bien con su amiga al respecto, porque no sabía bien qué broncas tenía, e igual y estaba llorando PORQUE HABÍA VISTO LA TELENOVELA.

Juro que no lo hice con mala intención, pues mi objetivo se limitaba a darle a entender que sí, su amiga estaba llorando, pero le faltaba saber a ciencia cierta cuál era el motivo del llanto.

Luego traté de hacerle a entender a Tazy que no había querido ofender a su cuatacha, o a las mujeres, así que me puse a la defensiva y hasta empecé a lanzar diatribas en contra de las feministas.

Perdón Tazy, acepto que me equivoqué. Y más porque luego traté de hacerme el ofendido.

Por si fuera poco luego le pregunté a la Elizoida si me consideraba machista y me respondió que sí, que tenía ciertas actitudes. A eso suma lo que dije en otro post respecto a las lecturas femeninas en las estéticas, lo que me costó un regaño de Chila.

Según yo, no soy un tipo machista, y de hecho siempre he tratado de tratar a las mujeres como un igual. Tal vez ese sea el problema. No sé. El tema es complicado. Me confunde. Lo cierto es que la regué hace un rato y creo que debo reflexionar respecto a cómo trato a las féminas.

No quiero convertirme en un monstruo machista. Aunque tal vez ya lo soy. ¿Qué opinan al respecto?

 

Los microbuseros que te llevan al Metro Pino Suárez cuando terminan los partidos en el Estadio Azteca son seres humanos execrables y deberían arder en el infierno a causa de su ambición.

Hace un rato, cuando mis familiares y yo salimos del juego de América contra Toluca, estaban cobrando el pasaje a 10 pesos, siendo que la cuota máxima es de 5. ¡Los muy zánganos!

Realmente espero que Marcelo Ebrard lea este post y tome cartas en el asunto, porque mi situación económica no está como para pagarle cuotas indebidas a tipos que para colmo conducen sobre Tlalpan como si estuvieran jugando Mario Kart.

¿Será que a partir de este post La Casa del Ganso se convertirá en un blog de denuncia? ¿Saldré a las calles a buscar abusos en contra de los ciudadanos? Lo haría, si me pagaran. O si me dieran chamba como diputado, con todas esas prestaciones…

Hace un rato, por ejemplo, apenas nos bajamos del micro para caminar hacia el Estadio, cuando ya un comando de revendedores nos había rodeado para preguntarnos qué boleto queríamos. El colmo es que también andan revendiendo junto a las taquillas, enfrente de unos polis que nomás se hacen de la vista gorda.

Ya por último, también puedo denunciar que antes de empezar el partido, sí, antes de que Salvador Cabañas metiera un golazo con el que casi me hago pipí, una señora utilizó el sonido local del “Coloso de Santa Úrsula” para hablarle a su hija, que estaba perdida.

La doña en cuestión no sólo le dijo a su retoño que la estaba buscando y que por favor se acercara al lugar donde ella se encontraba, sino que además le recriminó molesta que ya se le había escapado en otra ocasión cuando se le perdió en el supermercado.

O sea que había perdido a su hija en un centro comercial y ahora en un Estadio de Futbol con casi 70 mil aficionados en ebullición futbolera... ¿qué clase de madre es esa? ¿Britney Spears? ¿Michael Jackson?

Creo que lo mejor para la niña es que no haya encontrado a su mamacita, pero en caso de que sí lo haya hecho, de nuevo espero que Marcelo Ebrard tome cartas en el asunto y ponga a esa criatura bajo el resguardo de la PFP o de Chabelo.

Así estaría más segura, me cae.

Yo no sé si a ustedes les pase lo mismo, pero a mí me angustia un chingo ir a cortarme el cabello.

En primer lugar, no me late el hecho de que ahora uno tenga que acudir a una “estética unisex”, generalmente atendida por una damisela con rayitos o por un hombre afeminado (¿acaso conocen a un estilista que tenga pinta de heterosexual?).

Desmiéntanme si estoy equivocado, pero creo que ya no existen aquellas peluquerías (¿barberías?) en las que un señor bigotón y con bata como de enfermero, o de vendedor de carnitas, se hacía cargo de tu greña mientras tú podías platicar con él “temas de hombres”, como el futbol o las fotos de la encueratriz de moda.

Eso es un problema para mí, porque cuando la estilista quiere hacerme plática (lo cual parece obligatorio) nomás no encuentro temas que podamos desarrollar. Eso provoca silencios incómodos, que sólo se ven interrumpidos por preguntas como: “¿y la patilla, joven, cómo va a ser?”

Otro asunto que me desespera de las estéticas es tener que esperar varios minutos para ser atendido, porque antes de ti ya hay un montón de señoras con traseros bofos que quieren hacerse base, tinte y demás merequetengues.

Las muy ilusas piensan que la estilista las puede dejar como Maribel Guardia o como Ninel Conde, pero el resultado final casi siempre es lamentable. El horror, el horror...

Para colmo la literatura de las estéticas, que podría hacerte la espera un poquito más amena, resulta muy monótona. Sí, puedes chutarte unas cuantas páginas del Tv y Novelas para saber quién se operó las chichis durante la semana, pero carajo, pienso que no estaría mal que incluyeran en su catálogo lecturas más masculinas. Tal vez novelas de Bukowski, la Playboy, unos cuentos de Cortázar, no sé, algo más variadito.

Ya cuando te sientas y te colocan encima una especie de babero, me pone muy nervioso el momento en que te piden indicaciones sobre cómo será tu corte. Hace un rato, por ejemplo, fui a la estética (pfff) y me tocó la fortuna de que la chica nueva, una guapa y risueña morenita, se hiciera cargo de mi cráneo.

Su novatez hizo que tardara como dos horas en hacerme el corte. Y sí, pueden pensar que es agradable tener una mujer guapa al lado durante ese tiempo, casi casi haciéndote piojito, pero a mí me perturba pensar que a fin de cuentas es una extraña que se mete con una parte de tu cuerpo. ¡Es casi una violación!

Además la fémina en cuestión se la pasó haciéndome preguntas como: “¿Con qué número la máquina, quiere 1, 2 o 3? ¿Va a quererlo desvanecido? ¿Está seguro de que así de largo? ¿Lo entresaco? ¿Qué tipo de contorno?”

“¡Maldita sea, no sé de qué está hablando!”, pensé en gritarle. “¡La señora que me atiende siempre ya sabe cómo me gusta! ¡Sólo lo quiero como Brad Pitt!”

Pero no, no hice eso, tan sólo me limité a improvisar indicaciones y la verdad es que el resultado no fue tan desastroso (aunque ahora luzco como José Luis Rodríguez). Pero aún así salí intranquilo del lugar, con las manos sudorosas, hecho un lío.

Me pregunto si existirá un término para designar la fobia a cortarte el cabello. ¿Será greñofobia? ¿Pelofobia? No sé. Realmente he pensado que sería una bendición quedarme calvo con tal de no pasar por estos suplicios.

 

Mi vida es…

Reencontrarme con viejos amigos.

Aprender de los putazos que te va dando la vida.

Coleccionar los jugadores de la NFL que vienen en las Donas Bimbo (estúpido McNabb, ya lo tengo como 20 veces).

Salir de casa a las 6 de la mañana para aplicar por un empleo que apenas requiere estudios de secundaria.

Suspirar por Audrey Tatou en Hors de prix.

Pasear en bicicleta después de comer.

Agradecerle a una amiga el que me haya prestado dinero.

Leer Tombuctú, de Paul Auster.

Memorizar poemas de Jaime Sabines (llevo tres).

Babear por las piernitas flacas de Audrey Tatou (también en Hors de prix).

Encariñarme con Mr. Bones, de Tombuctú.

Espiar a mi vecina.

Congratularme porque Obama sea el presidente de Estados Unidos.

Volverme fan del blog de la Pordiosera Burguesa.

Tomar clases de humildad.

Deprimirme al ver los estragos de la crisis económica.

Ver a Madonna Desnuda (¡de pelos!)

Ir pensando en el Metro: “Amargo como esa voz amarga, prenatal, presubstancial, que dijo nuestra palabra, que anduvo nuestro camino, que murió nuestra muerte, y que en todo momento descubrimos”.

Ver series gringas sin leer los subtítulos.

Postear sobre mi vida.

Hacer pipí...

Darle click y enviar.

 

Mi cuenta en el banco tiene el ridículo, casi nulo y lastimero saldo de 79 pesos.

Me preocupa haber llegado a una cifra tan paupérrima, pero sobre todo me inquieta la perspectiva de tener que acudir con una chica- ventanilla- Banamex para decirle que quiero retirar esos 79 pesos, porque según yo un cajero automático no puede darte esa cantidad.

Ya imagino las burlas de la chica-ventanilla-Banamex al momento en que le haga mi petición. De seguro se soltará a reír, me mirará con lástima y luego tomará un micrófono y le dirá a todo el mundo: ¡Miren, este pobre diablo quiere retirar 79 pesos! ¡Joi, joi, joi, joi! (sí, tendrá risa de Capulina, o de Tribilín)

Y en ese momento pensaré que no podría haber una situación más vergonzosa, y todos se carcajearán, y yo lloraré, me haré pipí y buscaré un pañuelo en mi bolsillo, y como soy tan pobre sólo encontraré papel para las tortillas (manchado de pipí), me infectaré los ojos con él y luego quedaré ciego, listo para pedir limosna en el metro mientras canto con voz aguardientosa y desafinada viejos éxitos de Martín Urieta.

Este panorama me hace pensar en si realmente necesito tanto esos 79 pesos. Después de todo puedo seguir mendigando comida en casa durante un tiempo, al menos hasta que consiga empleo o logre ligarme a la hija fea de algún dirigente petrolero o de un líder magisterial.

Pero Dios, son 79 pesos. Con eso podría comprar dos veces el ejemplar extremo donde Mariana Ochoa enseña las bubis (2 revistas, bubis al cuadrado, yeah). Podría invitarle un par de chelas a mis amigos. O Podría, no sé, ¿qué se les ocurre? ¿Qué más se puede comprar con 79 pesos?

En fin, mañana les contaré cuál fue mi determinación. De hecho, es probable que esté equivocado y que un cajero automático sí pueda darme esa cantidad. Entonces este post, como diría una famosa bloguera, valdría valiendo verga, lo cual no sería ninguna novedad, porque muchos otros postos de este blog han terminado valiendo para la misma cosa.

Ya nomás por último quisiera manifestar mi repudio contra el exceso de amabilidad en algunos restaurantes de comida rápida, como en KFC, donde los empleados te dicen y te dicen cosas como “disfrute sus ricas hamburguesas, las hicimos con mucho amor para usted, gracias por preferir nuestra sucursal, ¿le puedo atender en algo más, distinguido y atildado caballero? Coma rico, esperamos que sus alimentos tengan la grasa suficiente como para dejarlo estéril”.

¿Qué les pasa? ¿Les pagan más por fingir tanta cordialidad? ¿Si no sonríen de oreja a oreja al entregar una big crunch el mismísimo Coronel Sanders les jala las patas por las noches? O tal vez los hamburgueseros de KFC realmente disfrutan su trabajo y yo soy un amargado pusilánime que apenas tiene 79 pesos en su cuenta de banco.

Ya se verá.

 

Los primeros días del año han sido difíciles. Extraños.

Para empezar, murió un tío que vivía en la costa este del país. A mi madre le dolió mucho perder a su hermano.

Luego, en asuntos de menor importancia, me la he pasado enfermo, con dolor de garganta, gripe y demás achaques.

A eso pueden agregar que mi búsqueda de empleo ha sido infructuosa, que el América volvió a fracasar y que los días han estado grises, lluviosos y empantanados.

Pero bueno, en medio de este panorama, me alegró mucho recibir un correo de un carnal que se hace llamar El Cleptómano.

Resulta que este brother decidió convertir en cómic la historia de Dulcinea de los Converse Rosas. Y le quedó genial. Neta me levantó el ánimo ver su trabajo (dice que tardó 9 horas en terminar los dibujos), tanto que casi me curo de la infección alienígena que tengo en la garganta.

Los dejo con su adaptación, y por último aprovecho para mandar un saludo a Cadereyta, Nuevo León, donde sé que hay asiduos lectores de este blog.

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PepePepe

EL PRÍNCIPE (DE LA CANCIÓN) DICE: "EL DRINK JUSTIFICA LOS MEDIOS".

Y claro, tiene mucha razón. Glu glu glu glu...

 

Si alguien sabe de un trabajo para su servilleta por favor háganme llegar la información a minickesganso@gmail.com

Ya saben que estudié Comunicación y Periodismo, que soy bien chambeador, disciplinado, puntual, guapo y talentoso. El sueño de la hermana de todo bloguero. Así que también pueden aprovechar para enviarme la foto de su consanguínea luciendo un diminuto bikini a minickesganso@gmail.com

O bueno, mejor no. Debo concentrarme en lo del empleo. Sí, mejor olviden lo de sus hermanas.

Les decía que puedo desempeñarme como reportero o como redactor, pero igual y hasta lustro sus zapatos, les lavo su cisterna o saco a pasear a su perro para que haga sus necesidades en la casa de un vecino al que le traigan coraje.

El chiste es que paguen bien y en la fecha acordada, porque la crisis está dura y apenas y alcanza para la papa. Ay les encargo.

De antemano les agradezco su atención y les dejo la foto de un vehículo que también tiene aspiraciones en la vida. ¿Quién dice que las camionetas, con todo y una mala ortografía, no tienen derecho a soñar?

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Roberto Salcedo Clark: PUAGH. El ganso oficialmente ha entrado en mi club de blogueros apestados. Antes sólo era extra-oficial, jo.

Gracias. Yo también te amo. Atte. Tu amigo Ganso, el apestado.

1.-Quiero que ganen los Cuervos de Edgar Allan Poe; pero creo que los Titanes van a llevarse la gloria el 1 de febrero.

Flacco

Joe Flacco puede llevarse el premio gordo, pero para eso tiene que arponear mañana a los Delfines, ¿podrá? Ay nanita

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2.-Hace un año, más o menos, cuando el Dober era como mi segundo hogar, escribí esta historia que había quedado olvidada por ahí.

Es un producto más de los excesos etílicos. Tal como la escribí aquella noche, así la pongo ahorita. Perdonen las inconsistencias.

Ahora que pude releerla, empecé a considerar que las bebidas de ese tugurio estén adulteradas.

Dulcinea/Converse rosas

Te quedan imágenes. Son como moscas. Vuelan sobre ti, intermitentes. Tú las hueles. Las tocas. Te las cachondeas un rato mientras miras el techo, recostado en el sillón. Luego, para hacer el recuento un poco más satisfactorio, haces que la realidad se baje por los chescos. Le metes de tu cosecha. Armas el relato.

¿De quién era esa lengua? Los ojos grandes, la sombra lila. ¿De quién la blusa de puntitos blancos? Los converse rosas. El fleco. Aquellos lentes de pastilla morada. ¿Y su nombre? Da igual. La llamaste Dulcinea. Dulcinea de senos chiquitos. Dulcinea que baila canciones de Daft Punk.

La conociste ayer, entre todas esa bola de weyes, entre todos esos carnales que chupan y chupan cerveza hasta salir a vomitar. Le contaste aquel cuento. ¿Por qué lo hiciste? Dulcinea pudo decirte que eras un warro, que mejor le llegaras a la verga porque ella no era una puta.

Pero no. A ella le hizo mucha gracia. Era aquella historia, que leíste en casa de un amigo, sobre el pene que cobró vida y quería ser una estrella de Hollywood. Casi se la tuviste que gritar al oído, porque la música no paraba nunca y no había un lugar para aislarse un poco.

Dulcinea tenía dientes de roedor. La voz chillona y la cara de niña. La miraste reír, algo enternecida, al momento en que le contabas que aquel pene usaba gafas oscuras y chamarra de cuero.

¿Cómo fue el acercamiento? Tu Dulcinea bebía cerveza con una amiga de cabello rizado. Bebían y bailaban una rola de los Doors. Light my fire. Dulcinea sujetaba la cintura de su amiga. Bebían. Se hablaban al oído. Bailaban. Tú te acercaste a ellas para preguntar si eran novias. Ellas dijeron que sí. Se dieron un beso. Atascado, de lengua. Para luego reír, carcajearse. ¿Estaban pedas?

No, Dulcinea estaba de lo más lúcida. De inmediato te preguntó si mamaseabas, y tú le dijiste que sí. La verdad es que te sorprendió que tomara la iniciativa. Por eso te dio por hablar. Le dijiste cualquier cursilería. Compartieron una chela. Rieron. Luego aprovechaste que su amiga se fue al baño para contarle el cuento del pene. Así, literal. Minutos después, ya la estabas besando.

¿Y qué queda de eso? ¿Estuvo rico? ¿Te excitó? ¿Te gustaría que Dulcinea fuera tu novia? ¿Se le dejarías ir? No lo sabes. Como en muchas otras cosas, te da igual. Estuvo bien mamasear un rato con ella. Chido. Pero ps ya. Ya fue. ¿O no? Tienes su número en el celular. ¿Le mandarías un mensajito?

Cuando revisas el número, te da risa ver que la guardaste con aquel nombre: Dulcinea. ¿Y esa mamada? Tu tío te leía el Quijote cuando eras morro. Pero ahora, ya tan huevudo, ¿viene al caso?

En lo que tienes que pensar es en que mañana tienes que ir a la escuela y aguantar a esos pendejos que se burlan de ti y de tus amigos. La verdad es que ya te vienen valiendo madre. Pero tienes que aparentar indiferencia.

Lo que a veces sí te llega a encabronar es que tu jefe también te diga que no uses pantos de vieja, y que no te maquilles, porque pareces maricón.

Pero bueno, ya cuando estás con tus cuates, allá en Insurgentes, se te olvida todo.

¿También Dulcinea?

Lo que más te gustó de ella son sus converse rosas. Sigues pensando en esto durante toda la tarde. Acostado ahí, en el sillón.

FIN

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3.-En otros asuntos: creo que empiezo a enamorarme de Edie Sedgwick. Lástima que ya colgó los tenis.

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En cada foto la veo más chula. Pinche Andy Warhol, se pasó de rosca (y no de reyes) con esta damisela en peligro

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