Un estupendo resumen de los dos años de (Des) Gobierno de Felipe Calderón.

El autor es el reportero Mayolo López, quien cubre desde hace varios años la fuente del Poder Ejecutivo para el periódico REFORMA.

 

 

'Cuántas cosas han pasado...'

 

Propenso a hablar de adversidades y cómo remontarlas, el Presidente concluye su segundo año precisamente en esa condición: adversidad.

Por Mayolo López

 

Ciudad de México  (30 de noviembre del 2008).- En el zocalito del pueblo de Hueytlalpan, en las cañadas más profundas de la sierra norte poblana, el presidente Felipe Calderón tuvo ánimo para jugar con la ironía: "caray… cuántas cosas han pasado".


Lo escuchaban cientos de indígenas totonacas. "Tengo la conciencia tranquila", les dijo. Con la entrega de un camino de 3.3 kilómetros que se uniría al Espinazo del Diablo podía proclamar "palabra cumplida": a principios de 2007 el alcalde le había demandado la construcción de ese tramo.


Con ese antecedente de por medio, Calderón recordó que ya se aproximaba la fecha –1o. de diciembre– que marcaría los primeros dos años de su gobierno.


"Caray, cuántas cosas han pasado…".


Era el miércoles 12 de noviembre: había transcurrido ya una semana del trágico percance que le costó la vida a su colaborador y amigo más cercano, Juan Camilo Mouriño.


Alumnos de la escuela primaria Benito Juárez habían interpretado en lengua totonaca el Himno Nacional: Calderón respiraba otros aires. Los niños le ponen contento y le levantan el ánimo. Y ese día lucía más o menos repuesto de la pérdida de Mouriño.


El percance aéreo del 4 de noviembre –que opacó en México el espectacular triunfo de Barack Obama en su carrera hacia la Casa Blanca —tiñó de sangre, de desgracia y tristeza el panorama hacia la efeméride del 1o. de diciembre.


Un trance que, contra su voluntad, obligó al Presidente a recomponer su gabinete en medio de la tragedia y el dolor: en la persona del abogado Fernando Gómez Mont encontró al sucesor de Mouriño, en un movimiento que sorprendió a todos.


Pareciera que ya no tuvo margen para concebir y ejecutar sus planes como él hubiera querido en el espacio del gabinete. El grupo que lo cobijó, alentó y apoyó en la campaña hacia la Presidencia resentía la pérdida de la pieza fundamental: aun afuera de Los Pinos, Juan Camilo era el cemento del staff integrado por los jóvenes Maximiliano Cortázar, Ernesto Cordero, Alejandra Sota y Patricia Flores.


Para su amigo entrañable, Calderón organizó unos funerales que parecieron de Estado: en el Campo Marte, ante la clase política, el Gabinete, centenares de invitados y contingentes del Ejército.


El féretro con los restos de Mouriño fue colocado por delante de la hilera que formaron los otros siete ataúdes de las víctimas del avionazo.
La mañana de ese 6 de noviembre Calderón lanzó un panegírico de la figura de Juan Camilo; el domingo siguiente, en la sede del partido, no sólo hizo una exaltación más de su amigo, sino que lanzó una reprimenda al panismo.


"Homenajearlo (a Mouriño) es dejar atrás, y de una vez, las mezquindades. Las ruindades que nos impiden servir, que nos impiden hacer el bien y que nos atrapan en pleitos, envidias, ruindades; en fin, que paralizan la acción del partido, nos alejan de los ciudadanos ya demás nos hacen perder elecciones", sentenció el mandatario, en lo que parecía un recuento de las disputas vividas entre el calderonismo y el ala foxista-espinista del blanquiazul.


Ocho días después, mientras Calderón viajaba a Washington para participar en la Cumbre de los Líderes del G-20, en México el secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, daba carpetazo al asunto al apuntalar la hipótesis de la "turbulencia" provocada por un avión de Mexicana que hizo que el Learjet 45 se desplomara.


Del ajuste a la crisis
En el presidencialismo mexicano se suelen dividir los sexenios en tres tercios, y se le otorgan al segundo año varias características: es el año en el que se acaba la curva de aprendizaje, en el que el Presidente toma las riendas del gobierno e imprime su sello propio. Sentadas las bases del sexenio, definidas las políticas públicas que guiarán la administración, el Presidente se apresta a gobernar en plenitud.


En esa lógica, Calderón inició su segundo año con el propósito de cerrar en definitiva el capítulo de las elecciones del 2006 y abandonar el discurso de reafirmación y legitimación que lo caracterizaron en el primer año.


En busca de la consolidación, en enero dio un golpe de timón al nombrar a dos de sus colaboradores más cercanos –ambos artífices de la estrategia con la que ganó la Presidencia– en posiciones estratégicas: Ernesto Cordero en la Secretaría de Desarrollo Social y Juan Camilo Mouriño en Gobernación.


Los movimientos fueron precedidos por la llegada de Germán Martínez, otro hombre clave del calderonismo, a la dirigencia nacional del PAN, el 8 de diciembre del 2007.


El ajuste anunciaba un relanzamiento de la administración, que pasaba por la negociación de la reforma energética –en manos de Mouriño– y el diseño de una ambiciosa estrategia de desarrollo social bautizada como "Vivir Mejor". Se intentaba posicionar al gobierno en un terreno distinto al de la lucha contra el narcotráfico, monotema del primer año de gobierno. Y el PAN se aprestaba a hacer del 2008 el año del combate a la pobreza y el lucimiento de los programas sociales.


Sin embargo, los planes chocaron contra la realidad: la reforma energética dio nuevos aires a Andrés Manuel López Obrador, quien sustituyó la bandera del fraude electoral por la de la defensa del petróleo; desgastó al alfil y principal negociador del Presidente, Juan Camilo Mouriño –al revelarse los contratos que firmó como representante de su empresa familiar con Pemex–, y tardó 10 meses en procesarse.


La estrategia "Vivir Mejor", lanzada en mayo, se empalmó con la negociación de la reforma energética y, finalmente, se desvaneció frente a la contundencia con la que el crimen organizado repelió la lucha antinarco.
En el mes de agosto se supo del secuestro y asesinato del menor Fernando Martí, lo que puso el foco nuevamente en el tema de seguridad pública. La delincuencia organizada desató en paralelo una ola de violencia sin precedentes y, en septiembre, el tema de Calderón era nuevamente el de la guerra "que costará dinero, tiempo y vidas humanas".


En el mismo mes, la devaluación del peso, la caída de los precios del petróleo y la presencia de una crisis económica llegada desde el exterior completaron el cuadro.


Inexorablemente, los dos primeros años de este gobierno quedaron marcados por esas palabras: crisis, pérdida, dolor, tragedia. Una tragedia tras otra: el secuestro y ejecución del adolescente Fernando Martí, el "granadazo" de Morelia, el avionazo de Las Lomas…


En el camino, asoma también el grito incómodo que retumbó en los muros de Palacio Nacional el viernes 3 de octubre.


"¡Espurio!", le gritó a Calderón, desde el templete principal de la entrega del Premio Nacional de la Juventud 2007, Andrés Leonardo Gómez Emilsson, un estudiante de 18 años.


Antes, la fractura en el hombro izquierdo provocada por una caída en bicicleta en sus paseos matutinos por Chapultepec, lo que le obligó a usar un cabestrillo a lo largo de varias semanas y aparecer así en público el 1o. de septiembre, cuando envió al Congreso su Informe de Gobierno, en el otrora "Día del Presidente".


Brindis
Dos brindis sobresalen en el segundo año de la gestión del presidente Calderón. Uno, el de la noche del 'Grito' en Palacio Nacional, justo en el momento en que se contaban los muertos que dejaron las dos granadas arrojadas a la multitud que se concentró en Morelia, la ciudad natal de Calderón. Otro, en Los Pinos, para celebrar la "histórica" reforma a Petróleos Mexicanos.


Al arañar el primer trienio de su gestión, la del 15 de septiembre de 2008 en Palacio Nacional puede ser la 'noche triste' del Presidente: enterado de la barbarie que se había cebado sobre sus paisanos, Calderón se desprendió de la banda presidencial, apuró una reunión urgente con el gabinete de seguridad y descendió al patio central a departir con sus invitados especiales.


Lucía apesadumbrado, absorto. Apenas tuvo ánimo para tomarse las fotos del recuerdo de una noche teñida por lo que muchos no dudaron en calificar como un acto terrorista.


En contraste, la noche del 28 de octubre reunió en Los Pinos a su gabinete y a los senadores y diputados del PAN, para celebrar la aprobación de la reforma a Petróleos Mexicanos. Con vino blanco y tequila, la familia panista festejó el acuerdo alcanzado en el Congreso con el PRI y con el ala moderada del PRD, tras 10 meses de intensas negociaciones y desgaste político.


La reforma que, en medio de bloqueos al Senado de la República, una toma de tribuna en San Lázaro y amagos de movilizaciones de las huestes lopezobradoristas, prosperó en el Congreso de la Unión apenas en octubre, distó mucho de la que pretendía dar con "el tesoro" en las aguas profundas.


El 8 de abril el presidente Calderón lanzó la iniciativa para buscar el fortalecimiento de Pemex, e inició un tortuoso proceso de negociación que acaparó la atención de la clase política.


En paralelo, la embestida del crimen fue en aumento: los descabezados de Mérida, la veintena de ejecutados en La Marquesa, los ocho muertos de Morelia, el SOS desde Chihuahua, la barbarie diaria en Tijuana y muchos otros hechos sangrientos. Al cierre de esta edición, los ejecutados rondan los 4 mil 500 en lo que va del 2008.


La guerra contra el narco también dio victorias al mandatario; en forma sobresaliente, la captura de El Rey Zambada, hermano del líder del Cártel del Pacífico; El Doctor, último de los hermanos Arellano Félix que estaba en libertad; Antonio Galarza Coronado, del Cártel del Golfo; y El Hummer, uno de los fundadores de Los Zetas. Además de dos decomisos: uno en efectivo, por 26 millones de dólares, y otro de armamento, con más de medio millón de cartuchos de por medio.


En esta guerra se abrió un nuevo flanco en las últimas semanas: la de la Operación Limpieza, que ha provocado hasta el momento la detención de siete ex mandos policiacos de alto nivel para ser investigados por sus presuntos nexos con el narcotráfico; entre los que sobresale el ex titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, Noé Ramírez Mandujano. En este proceso, se han hecho señalamientos contra personajes vinculados al secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna. Por ejemplo, su ex secretario particular cuando era titular de la AFI, Arturo Velarde, compareció la semana pasada a declarar ante la SIEDO.


Desde el extranjero, el fin de semana pasado el Presidente se vio obligado a deslindar a su secretario de Seguridad Pública de la cloaca destapada:
"No se trata de investigaciones alrededor de él (García Luna) o de cualquier otro funcionario. Se trata de un compromiso de limpieza en torno al Gobierno federal... si hubiera alguna duda de su probidad o, más aún, algún elemento probatorio que descalificara esa probidad, seguramente no sería secretario de Seguridad Pública", sentenció.


Una apuesta por el gasto
La crisis económica tocó puerta en Los Pinos en los últimos días de septiembre, después de que Calderón incursionara en el inestable y convulso territorio de Wall Street.


Contra el escepticismo de muchos, por esos días comenzaba a gestarse la peor crisis financiera del planeta, mucho más grave que la que enfrentó Estados Unidos con la Gran Depresión de 1929, a decir de muchos tras el recuento de los daños.


"Tenemos un sistema bancario, crediticio y financiero muy fuerte, que ha tenido un comportamiento positivo, y aún en estos momentos está registrando un crecimiento en la economía de México", planteó en la Bolsa de Valores neoyorkina el 24 de septiembre.


Un día después, ante el influyente Club Económico de Nueva York, todavía afloró en Calderón un optimismo que no se correspondía con el ambiente de incertidumbre que se respiraba: "Ya no tiene cabida", planteó, "lo que antaño se decía: que si a Estados Unidos le daba gripe, a México le daba pulmonía".


El secretario de Hacienda, Agustín Carstens, pecó todavía más: aseguró que, para México, la cosa quedaría en un inofensivo "catarrito".
Apenas regresó el Presidente a México, la crudeza de la crisis afloró: dos semanas consecutivas de pérdidas en las bolsas del orbe dibujaron un ominoso horizonte para todas las economías.


Con el pánico que se respiraba en los mercados, Calderón no dejó pasar mucho tiempo. El 8 de octubre, en Los Pinos, compareció ante la prensa con una estrategia en el bolsillo: el Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo, que a la postre fue saludado por todos los actores, hasta por la oposición perredista, que se congratuló de que el Presidente hubiese anunciado la construcción, con dinero público, de una refinería.


"El mundo está en una grave crisis y eso afecta a México", terminó por reconocer ese día el presidente de la República. "Estamos ante una situación difícil que obliga a muchos gobiernos a adoptar medidas para mantener la estabilidad de sus economías y sistemas financieros y, desde luego, para recuperarse de su crecimiento. México no es la excepción".
Acompañado por los titulares de Hacienda y Economía, Calderón explicó que el objetivo del Programa estaba orientado a proteger el crecimiento de la economía y defender los ingresos y el empleo de los más pobres.
Con ese instrumento, en los hechos Calderón daba un viraje que implicó un regreso a los orígenes de su formación política y doctrinaria: decidió apostar al gasto público y distanciarse de la tendencia seguida en los últimos 15 años, marcada por la preeminencia de la inversión privada.
En concreto, el programa de contingencia se orientó a ampliar el gasto público en infraestructura para estimular el crecimiento, a cambiar las reglas en el ejercicio de ese gasto, a proyectar la construcción de una refinería, y a apoyar las pequeñas y medianas empresas en México.
Dos días después, bien acogido su plan de acción, Calderón afirmó que el gobierno tenía un "margen de maniobra importante" como para "evitar que la crisis internacional paralice nuestra economía y provoque despidos masivos".


No será necesario apretarnos el cinturón, dijo. "No nos desanimemos".


Futuro
La perspectiva que tiene enfrente el presidente Calderón al iniciar el segundo tramo de su gobierno se presenta harto difícil: los trastornos de la crisis financiera y bursátil y la inminente recesión de la economía estadounidense implicarán remar a contracorriente.


Para infortunio suyo y de los mexicanos, en cuestión de meses el país se le descompuso: el 8 de abril, cuando presentó su iniciativa de reforma energética, el dólar costaba 10.67 pesos y el precio del petróleo se ubicaba en 90.5 dólares por barril.


Desde esa fecha, Calderón presumía la fortaleza de la economía y, en la expectativa promisoria de la reforma, se apostaba a la inversión privada para construir una refinería.


Hoy, México es otro: el dólar se cotiza alrededor de los 13.50 pesos y el precio de la mezcla mexicana de petróleo se desplomó hasta 35 dólares.
Del millón de empleos prometidos en campaña, a principios del 2008 se pasó a una oferta de 600 mil y, finalmente, la realidad ubicó la cifra en menos de 400 mil.


Sin el jefe de su equipo, sin el PRI –que ahora estará ocupado en derrotar al PAN en las elecciones intermedias– y sin más reformas legislativas que negociar, Calderón entrará a una zona en la que, según prometía en campaña, se desempeña mejor que en ninguna otra: la de la adversidad.

3 Comments:

  1. tazy said...
    y apenas son dos años, a ver si sobrevivimos mi ganso.
    Rackve said...
    no pues si esta ca...., y todavía ni a la mitad vamos
    Mundo BQ said...
    Mis mejores deseos para el presi... y para usted don Ganso!! no se desanime, pronto encontrará chamba otra vez.

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