Todo empezó mientras yo viajaba rumbo a Pino Suárez en uno de los vagones de la Línea 1 del Metro.


Recuerdo que en aquel momento trataba de recordar un poema de Jaime Sabines, mientras que el vagonero vendía a todo volumen una ópera de Puccini...


Bueno, en realidad estaba sonando una rola de Timbiriche y yo iba mirando de reojo a una chava muy bonita, que tenía ojos como de canica bombocha y llevaba el pelito mojado, de esas que se acaban de bañar para ir a la escuela y todavía huelen bonito.


Estaba en eso cuando en la Estación de la Merced se subió uno de los personajes típicos del Metro de la capirucha: una señora gorda con bolsas.


En este caso, era una mujer que bien pudo ser tacleadora de los Empacadores de Green Bay o incluso Secretaria de Hacienda.


Tenía ancas y brazos enormes que le permitían ir cargando sendas bolsotas de sabritones. Por eso no le costó trabajo abrirse paso para entrar al vagón.


En cuanto la vi, dije: "chin, de seguro va a estorbar para bajarnos". Y en efecto, cuando me dispuse a descender en la Estación Pino Suárez ella se convirtió en un obstáculo difícil de sortear.


Poco antes de que se abriera la puerta, le dije: "señora, me da permiso para bajar". Ella ni se inmutó. Insistí: "Señora, por favor, déme permiso". Y ella seguía imperturbable, como un Buda.


Total que al momento en que se abrió la puerta, opté por agarrar un poco de vuelo y empujarla hasta que me diera chance. Pero aquella mole era infranqueable.


Volteó y se me quedó viendo feo, pero eso no fue todo, yo creo que pensó que me estaba propasando con ella porque empezó a decirme una sarta de leperadas, tantas que hasta me puse rojo y no supe qué contestar.


Cerraron la puerta del Metro y ya no pude bajar, así que como niño regañado me hice para atrás para esperar la siguiente estación.


Estaba muy avergonzado, también molesto, pero entonces volteé hacia donde estaba la chava de pelito mojado y me di cuenta de que se estaba riendo.


La miré y ella me hizo un gesto que decía algo como:. "ash, las señoras gordas con bolsas siempre estorban en el Metro".


Entonces ya no me sentí tan mal.

14 Comments:

  1. Soron said...
    ...nada como la empatía de una mujer para olvidar las penas.
    Anónimo said...
    jajaja!!
    Que buena historia.
    Es que el metro a veces es incómodo para los normales que solo cargamos nuestra alma en el pecho, y no como las señoras gordas.

    Te apuesto a que los sabritones eran para ella. todos!

    Y que bueno, lograste una miradita de la chica del pelo mojadito.
    Anónimo said...
    uhm por cierto, vendré seguido a visitar vuestro blog. jajaa
    Anónimo said...
    Como que -de esas que todavía huelen bonito-? Ash, ash y más ash.

    beso!
    tazy said...
    jajajaja... quiero vivir en una ciudad que tenga metro.

    yo digo que es un mito urbano eso que te agasajan porque nomás no
    AA3 said...
    Jaja
    Moraleja:
    Siempre hay que rescatar lo bueno.
    Xavysaurio said...
    Yo el viernes recorrí un poco de la linea uno...

    Tazy: no es mito =(
    Taquero Narcosatánico said...
    Yo quiero ser una señora gorda cuando sea grande.

    O de menos, una de las bolsas.
    Fátima said...
    Jajajajajaja... imperturbable, como un Buda...jejejeje ay que risa.

    Saludos gansito lindo.
    Unknown said...
    infames... siemrpe me quitan el lugar en el transport publico
    **Me** said...
    ... suele pasar jajaja
    sirako said...
    es la historia más bella que he leído el día de hoy, y me la he pasado leyendo historias bonitas.
    Conejitocisne said...
    Ganso, Ganso, ya pronto seremos colegas de trabajo.

    Últimamente escribes mucho sobre el amor. Ya te diste cuenta?
    ( I_I ) said...
    Me recuerda a la vez que yo me quería sentar, pero me agandalló una viejita. Pinches ancianos, son muy veloces.

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