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Ayer fui a ver Black Swan. Y como ya lo dije en Twitter, me impresionó la actuación de Natalie Portman. Es casi un hecho que se llevará el Oscar a Mejor Actriz. Y se hará justicia. Porque su trabajo es impecable.

Darren Aronofsky (Réquiem por un sueño, El Luchador) le dio la oportunidad de interpretar a Nina Sayers, una bailarina de ballet obsesionada con alcanzar la perfección.

En el inicio de la cinta, Nina parece tener todo bajo control. Es una joven dulce y frágil (como muchos imaginamos que es la propia Natalie Portman), que complace a su madre al llevar una vida sin “vicios” y llena de logros profesionales.

Sin embargo, ese castillo de la pureza comienza a derrumbarse cuando el director artístico Thomas Leroy (Vincent Cassel) la elige para protagonizar una nueva versión de El Lago de los Cisnes.

El reto para Nina Sayers es que en esa producción no sólo debe interpretar al “virginal, dulce y puro” Cisne Blanco, sino que también debe transformarse en El Cisne Negro, que representa todo lo contrario: maldad y seducción.

“Perfection is not just about control. It's also about letting go. Surprise yourself so you can surprise the audience. Transcendence! Very few have it in them”, le dice Leroy a Nina.

Eso la confronta con ella misma, con su inseguridad, con una madre dominante y entrometida (Barbara Hershey), y con un pasado del que Darren Aronofsky apenas nos da algunos atisbos.

Creo que Natalie Portman lleva muy bien este papel porque de algún modo ella ha vivido algo similar. Hasta donde tengo entendido, en un principio sus padres veían con recelo que ella hiciera escenas “atrevidas”, o violentas, como en “El Perfecto Asesino”, con la que debutó en 1994, apenas a los 12 años.

Además, es muy probable que haya tenido que enfrentar “la dificultad” de tener un rostro bello e inocente. Productores o el mismo público tal vez desearon verla en un montón de comedias románticas o de cintas de acción donde ella fuera la dama en peligro.

Pero Natalie Portman ha optado por correr riesgos, por explorar su “lado oscuro”, y no precisamente en Star Wars, donde la hizo de Padmé Amidala, para deleite de todos los geeks, sino en filmes como “Closer”(2004), de Mike Nichols, o “V for Vendetta” (2006), de James McTeigue.

Natalie

En Black Swan, a la par de su personaje, Natalie Portman da el paso definitivo para pensar en ella como primera actriz, capaz de llevar sobre sus hombros (o sobre sus alas) todo el peso de una cinta, incluso una de un director siempre dispuesto a experimentar, como Darren Aronofsky.

Tengo esa impresión, aunque al parecer esta chica israelí, graduada en Psicología por la Universidad de Harvard, también seguirá participando en megaproducciones que sólo buscan entretener.

Lo digo porque está en el reparto de “Thor”, y en el de “Pride and Prejudice and Zombies”, que veremos en los próximos meses. Además, tiene otro proyecto al que le dará prioridad: cuidar al chamaco que lleva en la barriga.

Envidiemos todos al coreógrafo francés Benjamin Millepied. Pero también aplaudamos a Natalie Portman cuando pase a recoger su premio Oscar a Mejor Actriz. Y a Darren Aronofsky, por haber logrado que Black Swan sea una cinta tan bien lograda.

Al nivel de “El Luchador” (2008), aunque en esta ocasión el relato no es tan crudo, tan visceral. Es un largometraje más femenino (por el tema, por el reparto), lo que le da una estética más refinada, teatral y sutil.

Que incluye una escena lésbica entre Mila Kunis y nuestra querida Natalie… aunque eso no nos importa, ¿verdad? Sí, supuse que esa sería su respuesta. Nos vemos en el cine.

1 Comment:

  1. Guapóloga said...
    Te debes haber sentido "en confianza" con tantas plumas revoloteando en la pantalla ;)

    Gracias por la reseña, yo no he logrado verla y sufro menos sabiendo que vale la pena ir al cine, pegar codazos y coquetear con el de la taquilla Ü

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